A dos semanas de la vuelta del fútbol, el termómetro del hincha vuelve a tomar temperatura. A pesar de las complejidades, el camino transitado dejó nuevas experiencias.
Pasaron cinco meses y medio desde aquel día en el que el Millonario tomó la decisión de cuidar la salud de los jugadores. Unos días atrás había goleado a Binacional en el Monumental pero la bendita pandemia que nos robó todo hicieron que lleguemos a estos 172 días sin poder ver al Más Grande. A pesar de estar acostumbrados a los robos arbitrales, a las sanciones de la Conmebol que nos impidieron en varias oportunidades ir a la cancha, esto no tuvo punto de comparación.
En un comienzo se sintió como unas vacaciones. Durante los primeros días la cabeza tomó un respiro después de la frustrada definición del torneo local. Pasaron los primeros domingos sin River, algunos fanáticos acompañaron virtualmente y propusieron revivir cada una de las alegrías vividas gracias a Napoleón para mantener la mente ocupada entre tanta incertidumbre. Así tuvimos la suerte de encontrar tesoros audiovisuales nunca vistos.
Comenzaron a confundirse los días, dejamos de sentir los miércoles o jueves de copas. Pasaron así las fechas en las que tendríamos que haber completado los partidos de fase de grupo de la Libertadores. Hasta la Copa de la Superliga hubiera sido un planazo para atacar la abstinencia. Mientras tanto lo único que nos ofrecía el periodismo eran los rumores del mercado de pases, siendo conscientes de que la llegada de un jugador era imposible y sabiendo que el club necesitaba el dinero. Sufrimos dos partidas, esperamos que no sean más.
Otro domingo más sin River. Otro domingo sin el cable a tierra, ya sea preparando todo para ir hasta el Monumental o preparando todo para verlo en casa. ¿Cuántas semanas bastaron para darnos cuenta de que lo virtual no alcanzaba? ¿Cuántos habrán sido los que durante estos 24 fines de semana optaron por ponerse el Manto Sagrado para sentir algo real? Estamos todos de acuerdo de que hubiéramos pagado cualquier cosa por ver un partido del Millonario.
Después volvió a rodar la pelota, pero a pesar de tener jugadores desparramados por todo el mundo, ni la Bundesliga, ni el fútbol español, tampoco el italiano y menos el uruguayo alimentaron la llama que se fue apagando durante todo este tiempo. La Champions League o la Europa League mantuvo la mente ocupada, pero de nuevo lo mismo, así y todo teniendo un ex River en la final faltaba algo.
Hasta que llegó el anuncio de la organización. En Sudamérica tenía que volver el fútbol, claramente por intereses económicos, porque nadie hubiera sugerido que los planteles viajen de país en país con tal de continuar la Libertadores. Mientras tanto el gobierno se resistía a dar la autorización para que los jugadores se preparen para volver a jugar. Una vez que dieron el visto bueno los jugadores tenían que volver. Cuarentena, protocolos, testeos, cuidados. Algunos casos positivos en el club, varios en el resto de los planteles. Pero parece que el show debe continuar.
Ahora nuestras emociones empiezan a tomar forma. La llama empieza a prenderse porque en 15 días, si todo marcha bien, vamos a sentarnos frente al televisor para alentar al Más Grande. La ansiedad se transforma en miedo, porque nuestros sentimientos pueden ser atacados otra vez y todo se puede frustrar.
Porque el retorno tan esperado puede ser postergado, claramente con lógica. Pero de un lado tenemos a nuestro corazón que quiere ver al Millo, del otro tenemos a la razón que va a querer cuidar a todos los protagonistas. En el medio estamos nosotros, quienes acompañamos a todos lados al club de nuestros amores y ya no queremos ocupar este vacío con recuerdos.
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